martes, 23 de enero de 2018

UN SACO DE EMOCIONES: Un saco de canicas, Joseph Joffo.


            El pasado mes de diciembre se estrenó en las salas españolas la adaptación cinematográfica de la obra autobiográfica de Joseph Joffo: Un saco de canicas. Dirigida por Christian Duguay, de producción francesa, consigue reproducir esa esencia de ternura que subyace en el sentir de dos niños en su huida del terror nazi. Al igual que la novela, a nuestro parecer, la película posee un fondo didáctico que merece ser desarrollado en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Entre las posibilidades educativas que ofrecen la lectura y visualización del filme de Duguay, destacamos la posibilidad de forjar una experiencia compartida en nuestros alumnos. 

             Así, con independencia de las atroces vivencias de nuestros protagonistas, dos hermanos de diez y doce años, su grado de desarrollo, comportamientos y sentires despiertan la empatía en los estudiantes  de Enseñanza Secundaria Obligatoria, permitiendo una traslación de la experiencia. Esta sinergia se produce al interiorizarse los diferentes lances que sufren Joseph y Maurice como propios. La lectura en mayor grado, pero también la visualización de la película transmiten a la perfección el miedo, la angustia, desesperación y soledad al ser descritos y vividos a través de los ojos de unos niños que acaban de abrirlos al mundo del horror.

            Son numerosos los momentos climáticos que producen ese desgarrador y lacerante sentimiento de pérdida de identidad, de pérdida familiar, de pérdida, al fin y al cabo, de la infancia:

Papá no ha terminado, y por el tono que emplea, sé que ahora viene lo más importante.
-Y para terminar, debéis saber que sois judíos, pero no lo digáis jamás. Ya lo habéis oído: JAMÁS.
Ambos asentimos a la vez con la cabeza.
-No se lo diréis ni a vuestro mejor amigo, no lo susurraréis ni que sea en voz baja, lo negaréis siempre (...)
-Quisiera preguntarte una cosa: ¿qué es un judío? (…) Papá se rascó la cabeza (…)
- Pues bien, Joseph, me sabe mal reconocerlo, pero la verdad es que no lo sé con exactitud (…) Antiguamente vivíamos en un país, nos echaron, y nos fuimos a otras partes, y hay épocas, como ésta que vivimos, en que la cosa continúa. Levantan la veda, y hay que huir de nuevo, esconderse, y esperar a que el cazador se canse (…)
Voy a daros dos billetes de metro, dais un beso a mamá y os vais. Ella nos ayudó a ponernos los abrigos y las bufandas. Nos estiró los calcetines. Sonreía sin cesar y las lágrimas le brotaban sin parar (…) [Papá] nos besó rápidamente y nos empujó hacia la escalera (…).
En la noche sin luz, por las calles desiertas a la hora en que sonaba el toque de queda, desaparecimos en las tinieblas. Se acabó la infancia.


            Estos pasajes justifican la lectura de la obra ya que aflora la emoción a la par que permite la reflexión sobre los aspectos de negación y destrucción personal, como la renuncia a ser, desarrollados durante el Holocausto.